martes, agosto 01, 2006

Safari accidental

Resulta que el martes pasado fui de compras con mis papás al otro lado y al regreso dejé olvidada en la camioneta de mi papá una carterita con mis dólares.

Al día siguiente nos íbamos de vacaciones, toda la familia. Así que fui a la camioneta para recoger mi cartera y dejar mi dinero bien guardadito. Pero he aquí que la carterita, aunque primorosamente acomodada en el lugar exacto donde la había dejado, estaba vacía.

Ya se imaginarán el drama. Impotencia, lágrimas e ira se sucedieron vertiginosamente. Mi padre, ignorante de la fortuna (al menos para mí) olvidada en el asiento de atrás, había llevado a lavar su camioneta a uno de esos lavados automatizados (el Zafari, para los que son de aquí). Desde luego, inmediatamente sospechamos de los muchachos que secan los vehículos.

Así que allá fuimos, con todo y la mentada carterita vacía.

Llegamos y nos dirigimos con la encargada, la cajera. Ella reunió a los muchachos, quienes negaron vigorosamente las acusaciones. Luego uno de ellos se ofreció a ir en su bicicleta a buscar a otro que supuestamente se había ido a comer a su casa (en la colonia Nueva Era, bastante lejana). Para entonces ya habíamos llamado a la policía. Después de 20 minutos el muchacho regresó y me entregó el dinero (una parte, al menos). Preguntamos – ¿Fuiste tú? – No, cómo cree jefe. Yo nomás fui a buscar al compañero – ¿En dónde lo encontraste? – Aquí en Soriana. – ¿Pues no que había ido a comer a su casa? --- Silencio---

Llegaron los agentes y los interrogaron.

– A ver, ¿quién fue?

Sin violencia, solamente su presencia. Y el mismo muchacho aceptó dócilmente – Yo fui.

En total eran tres los involucrados. Resulta que no era la primera vez que se robaban algo de los carros del lavado, y en ocasiones anteriores ya habían regresado las cosas (claro, pero con cuántas otras no se habrán quedado. Yo misma sospechaba desde antes que ellos se habían volado mi celular, a principios de este mes). Así que mucho cuidado. Después del mal trago yo ya no quise saber nada y nos fuimos. Allá ellos y las autoridades.

Colofón
Pasado el mal rato y restituidos los bienes, salimos de la ciudad con rumbo a Xalapa. En la noche llegamos a Tuxpan, muertos de hambre, y nos metimos en el primer restaurante que encontramos, adornado con motivos selváticos. Y para cerrar con broche de oro, en la puerta el letrero de bienvenida decía “En el Safari aceptamos tus dólares”.

Ya lo creo que si.

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