martes, marzo 20, 2007

Búsqueda

Perdí mi collar. Es una cadenita con un dije en forma de estrella que me regalé en mi cumpleaños pasado. Recuerdo que cuando me la desabrochaba, sentada en el comedor (en un lugar que no es el mío) mientras acompañaba a mi papá a cenar, pensé: Mala idea. Nunca me la quito aquí. Pero lo hice de todas formas.

Paso la mitad del tiempo buscando cosas que he perdido (supongo que la frase puede interpretarse en un sentido más amplio pero será en otra ocasión). Mi celular, por ejemplo. Pero éste tiene la ventaja de que siempre que lo pierdo puedo llamarme a mí misma desde otro teléfono y así descubro su paradero: su característico sonido lo delata. Me desespera no poder hacer lo mismo con mis llaves, mis anteojos, mi bolsa... zapatos, libros, anillo, discos... todo aquello que es susceptible de ser perdido.

(Una vez mi celular se quedó sin batería y lo perdí exactamente un mes. Pensé que me lo habían robado, hasta que reapareció misteriosamente en mi clóset).

Sin embargo, cuando era pequeña me parecían absurdos aquellos llaveros, que supongo todavía existen, a los que les chiflabas y chiflaban en respuesta, como una mascota respondían a su amo, cancelaban la necesidad de la búsqueda y el consecuente triunfo del encuentro: está en la naturaleza de los llaveros perderse y ese llevar la contraria a su destino me desconcertaba y repelía a la vez.

(También añoro la opción de "buscar" que tienen los programas computacionales, esa capacidad de teclear una palabra dentro de una casilla para después verla aparecer mágicamente ante mis ojos, resaltada, en medio de un documento interminable. ¿Dónde está, en la vida diaria, esa opción de buscar que me ayude a encontrar todos mis objetos perdidos?)

Extraño mi estrella. Sin ella, no me hallo.

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