jueves, junio 07, 2007

Carretera

Debo confesarlo: soy una pésima copiloto. Basta con que sepa que vamos de viaje para que al subir al auto me invada un sopor ineludible. En ocasiones no llego ni a la gasolinera: me quedo dormida antes de salir de la ciudad. Muchas veces trato de despertar, no ser tan ingrata, ofrezco entre murmullos mi ayuda al volante. ¿Quieres que maneje? Y el conductor me mira de reojo por el retrovisor y contesta: No, gracias, voy bien.

Seguramente piensa que la intención es lo que cuenta, mis ojos no pueden ocultar el sueño y no será prudente hacerme responsable de la vida de los pasajeros. Por eso siempre me toca manejar el primer tramo: una vez que me duermo, no me comprometo a despertarme después. Ni el café me saca de este estado: siempre pasamos por uno antes de viajar, el cual bebo rápidamente para poder dormirme cuanto antes.

Sospecho que todo se debe a que cuando era bebé, por las noches mi papá pasaba por nosotros y nos llevaba a dar la vuelta en su carro para dormirnos, conducía por el libramiento, mientras los hijos íbamos cayendo rendidos escuchando apenas la música y la conversación de los adultos (debo aclarar que el sopor se acentúa con la música de tríos y el bossa nova). Luego nos traían a casa y nos bajaban en brazos, de manera que a mis ojos, mágicamente pasaba del asiento trasero a mi cama.

Conforme fui creciendo comenzaron a despertarme al llegar a la casa para que me bajara del carro sola y es fecha que no les perdono a mis padres haber terminado con mi infancia de esa manera. No importa cuanto pese, una niña es una niña (y para eso existen los quiroprácticos).

Volviendo al presente: cuando me toca manejar solamente a mí es otra historia. Entonces mis sentidos se alertan y soy capaz de manejar por horas con el apoyo de una taza de café. La carretera se convierte en una oportunidad de escuchar música, observar, conversar con el acompañante en turno.

En resumen: como conductora me defiendo. Como copiloto, no tengo remedio.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si...son curiosas las posibles conexiones del infante que fuimos. Tu texto me hace viajar y recordar y pensar en cada momento en el cual salimos de la infancia. No se sale una sola vez. Pero tampoco el paraíso se pierdee para siempre. La poesía, el amor, el sexo....carreteras para retornar a la infancia.

Rogelius dijo...

Por mas que duermas en el camino, nunca superaras al ¡Depeto Mirilita!

Anónimo dijo...

¿Segura que como conductora te defiendes? por que yo tengo algunos recuerdos de mi adolescencia donde Diesdre conducia felizmente por la ciudad y ¡ahijuesu!... Por cierto, es fecha que oigo a Jose Jose y caigo rapidamente en los brazos de Morfeo, igual pasa con Juan Luis Guerra y su 4-40 (a los cuales quisiera no volver a oir jamas) y cassettes asi por el estilo...

ophelias dijo...

Válgame, parece que todos tienen recuerdos tuyos dormida en el asiento de al lado.

Por mi parte, te recuerdo durmiendo mientras yo batallaba por mantenerme despierta en la mortal y soporífera recta de Reynosa a Victoria. Qué horror.

Anónimo dijo...

Campeador: así es, todos los caminos conducen a la infancia. Bienvenido, me da gusto habernos reencontrado.

Rogelius: ya sé, ese es un verdadero clásico contemporáneo!

Miri: bueno, por eso el texto habla de manejar en CARRETERA... qué te pasa, si escuchar a Juan Luis Guerra es uno de los pocos placeres que existen en esta vida ;)

Ophelias: Es un compló para desprestigiarme. ¿Me dormí en ese viaje? Yo juraba que había triunfado mi voluntad de mantenerme despierta :S Por cierto que esa carretera ahora la manejo casi con los ojos cerrados :)